La construcción de la ecoescuela tomó sólo mes y medio, para ello se usó un 60 por ciento de materiales reciclados: 5.000 botellas de vidrio, 2.000 neumáticos, 2.000 metros cuadrados de cartón y 8.000 latas de aluminio. La mayoría de los materiales eran recolectados por los vecinos, que participaron activamente en el proyecto. Además, un grupo de alrededor de 200 personas de diversas edades y de más de 30 países también colaboraron y ayudaron.

A la escuela concurren alrededor de 45 niños, quienes reciben una formación educativa basada en el cuidado del medio ambiente e incluye la reutilización de desechos y el uso inteligente de los recursos naturales. 

El establecimiento educativo tiene 270 metros cuadrados y recibe energía mediante paneles fotovoltaicos y molinos de viento. Entre las ventajas de este modelo constructivo se destacan la posibilidad de generar energía eléctrica, calefacción, agua corriente y alimentos orgánicos. 

Detrás del proyecto están un grupo de amigos, admiradores de desarrollaron Michael Reynolds ("el guerrero de la basura"), los cuales querían cambiar el actual paradigma sociocultural.  Ellos no sabían nada de construcción y como uno de ellos dijo "la idea era tan grande como planificar un viaje a la Luna. Decidimos contactar a Reynolds y se interesó por el proyecto". El compromiso fue tal que el prestigioso arquitecto viajó a Uruguay para ultimar los detalles finales.

TAGMA es una organización sin fines de lucro integrada por técnicos y profesionales con el objetivo de aportar al mundo prácticas de vida más sustentables. Con esta escuela buscaron crear un edificio autosustentable que minimice costos operativos y facilite el aprendizaje sobre la sustentabilidad. Ya inaugurada esta escuela funciona como dispositivo para conectar y potenciar la educación, la tecnología y la innovación en el marco de un estilo de vida sustentable.

¡Que increíble!