Pues bien, ese lugar existe de verdad y se llama, precisamente, Laguna Roja.
Está cerca del poblado de Camiña, en el norte de Chile, en una zona geográfica conocida como altiplano: una extensa planicie de tierra en las alturas, flanquea- da por enormes montañas, donde los cielos suelen ser muy claros, el viento sopla fuerte y hace mucho calor de día como frío de noche.
Por innumerables años, la Laguna Roja fue un sitio secreto y desconocido. Era tan poco lo que se sabía de ella que incluso había un mito que se repetía una y otra vez entre los pobladores de la zona. Ellos solían contar que esta laguna estaba maldita. Ya que hace muchísimo tiempo, los indígenas de origen Aymara que vivían en sus alrededores bebieron de sus aguas y eso les había causado la muerte. Desde entonces su sangre estaba derramada en la laguna y por eso sus aguas eran tan pero tan rojas.
Tiempo después, un grupo de biólogos llegó hasta este lugar intrigado por el misterio. Tras hacer diversas investigaciones y análisis, se concluyó que la Laguna Roja no era de sangre, sino que su extraña coloración se debía a la presencia de un tipo de hierro —un mineral presente en la zona— que estaba disuelto en sus aguas.
En esa zona hay otras dos lagunas —la amarilla y la verde— los investigadores descubrieron que sus tonalidades tenían que ver tanto con los minerales que producen esos colores como las algas acuáticas características de su fondo.
Finalmente el mito popular fue derribado por la evidencia científica. Hoy la Laguna Roja se ha convertido en uno de los sitios más famosos del norte de Chile.
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